Ayuno intermitente y longevidad saludable: lo que aprendimos en el Congreso SOCHICLIM 2025
- Dra. Antonia León Kattan

- 2 nov
- 4 Min. de lectura
El ayuno intermitente y la longevidad saludable se han convertido en un eje central de la medicina preventiva moderna. En el reciente Congreso de Menopausia y Longevidad Saludable (SOCHICLIM 2025) tuve la oportunidad de compartir los avances más recientes sobre cómo esta práctica —cuando se realiza de forma guiada y personalizada— puede favorecer la salud metabólica, hormonal y cerebral de la mujer. Esta es una mirada actualizada sobre el ayuno intermitente y la longevidad saludable, desde la evidencia científica hasta la experiencia clínica cotidiana.
Ayuno intermitente y longevidad saludable: impacto clínico
Durante el Congreso de Menopausia y Longevidad Saludable 2025, organizado por la Sociedad Chilena de Climaterio (SOCHICLIM), tuve la oportunidad de participar como expositora y compartir la ponencia “Ayuno intermitente y longevidad: de la restricción temporal a la programación del envejecimiento metabólico”.
El ayuno intermitente es mucho más que una tendencia. Es una estrategia metabólica que permite al organismo activar mecanismos naturales de reparación y adaptación, profundamente enraizados en nuestra biología evolutiva.
Cuando pausamos la ingesta de alimentos durante periodos controlados, el cuerpo no “se apaga”: se reorganiza, se limpia y se fortalece.
Evidencia científica reciente (2023–2025)
La evidencia acumulada en los últimos años confirma que el ayuno intermitente puede ser una herramienta eficaz para promover una longevidad saludable, cuando se aplica de forma segura y personalizada.
Diversos estudios clínicos han documentado beneficios metabólicos, hormonales y epigenéticos relevantes:
Cell Metabolism (2024): en adultos con sobrepeso, el esquema 16:8 redujo marcadores inflamatorios (PCR-us e IL-6) y el estrés oxidativo, sin afectar la masa magra.
Annals of Internal Medicine (2024): al mantener una ventana de alimentación de 10 horas, se observaron descensos significativos en insulina basal, presión arterial y mejor sincronía del ritmo circadiano.
Nature Aging (2025): evidenció que el ayuno activa en humanos vías moleculares antes descritas solo en modelos animales, como el aumento de SIRT1 y la activación de AMPK, asociadas a reparación celular y eficiencia energética.
Translational Medicine (2025): en mujeres posmenopáusicas, 12 semanas de ayuno intermitente redujeron en promedio 1,6 años la edad biológica, medida por metilación del ADN (DNAmAge).
En conjunto, estos hallazgos refuerzan que el ayuno intermitente, lejos de ser una moda, constituye una intervención metabólica basada en evidencia, capaz de reducir la inflamación, mejorar la sensibilidad a la insulina y estimular mecanismos celulares de reparación que contribuyen a un envejecimiento más saludable.
Beneficios metabólicos y hormonales
Los beneficios del ayuno intermitente van mucho más allá del control de peso. Cuando se realiza con acompañamiento médico y una estrategia nutricional adecuada, se convierte en una herramienta capaz de restablecer la flexibilidad metabólica y favorecer el equilibrio hormonal, especialmente en la mujer posmenopáusica.
Durante los periodos de ayuno, el organismo reduce los niveles de insulina y glucosa, favoreciendo el uso de grasas como fuente de energía y disminuyendo la inflamación sistémica. Al mismo tiempo, se activa la autofagia, un proceso de reciclaje celular que elimina estructuras dañadas y estimula la regeneración tisular.
Este contexto metabólico activa proteínas clave asociadas a la longevidad, como las sirtuinas (SIRT1 y SIRT3) y la AMPK, que optimizan el funcionamiento mitocondrial y protegen el ADN frente al estrés oxidativo. El resultado es una mayor eficiencia energética, mejor sensibilidad hormonal y una sensación sostenida de vitalidad y claridad mental.
En mujeres posmenopáusicas, estos mecanismos se traducen en una mejor regulación del apetito, estabilidad emocional y conservación de masa muscular, siempre que se mantenga una ingesta proteica adecuada y se combine con ejercicio de fuerza y alimentación mediterránea.
En resumen, el ayuno intermitente, bien aplicado, promueve una longevidad saludable, donde metabolismo, hormonas y bienestar físico trabajan en sincronía.

Más allá de la ciencia
El ayuno intermitente no es solo un método para mejorar parámetros metabólicos; es una oportunidad para reconectar con la fisiología más ancestral del cuerpo. Cuando pausamos la ingesta, activamos mecanismos de supervivencia celular que nos han acompañado por miles de años: la autofagia, las sirtuinas, la sincronización con los ritmos circadianos. Pero también ocurre algo menos medible: una reorganización del equilibrio interno.
En consulta, observo que quienes incorporan el ayuno con acompañamiento médico no solo experimentan cambios biológicos. Describen mayor claridad mental, regulación emocional y una sensación de autonomía corporal que trasciende la alimentación. El cuerpo vuelve a responder con coherencia, y la mente aprende a interpretar el silencio metabólico no como carencia, sino como espacio de reparación.
El ayuno, entendido así, se transforma en una herramienta de autocuidado consciente. Una pausa que permite escuchar los mensajes del cuerpo, modular el estrés y restablecer la energía de forma más sostenible. Desde esa perspectiva, la longevidad deja de ser un objetivo cronológico y se convierte en una consecuencia natural de vivir en equilibrio con nuestra biología.
Porque, en última instancia, la longevidad saludable no se mide en años, sino en la capacidad de mantener la vitalidad, la lucidez y el propósito a lo largo del tiempo.
Ciencia con propósito: gratitud y mirada hacia adelante
Participar en el Congreso SOCHICLIM 2025 fue mucho más que una instancia académica. Fue un recordatorio de por qué elegí la medicina: para comprender al cuerpo en todas sus dimensiones y traducir la ciencia en bienestar real para las personas.
Agradezco profundamente a la Sociedad Chilena de Climaterio (SOCHICLIM) por generar un espacio donde la evidencia se comparte con rigurosidad, pero también con sentido humano. Cada conversación, cada pregunta y cada mirada durante la jornada confirmó que la medicina está evolucionando hacia un modelo más preventivo, integrador y consciente.
También quiero agradecer a mis colegas, pacientes y a todo el equipo que día a día me acompaña en la búsqueda de una medicina más equilibrada —una que reconcilie el conocimiento científico con la empatía y la escucha activa.
Me quedo con la certeza de que la longevidad no se construye en los laboratorios, sino en la relación que cada persona desarrolla con su cuerpo, su energía y su historia. Ese es, y seguirá siendo, el propósito que guía mi trabajo.






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